Queridos hermanos sacerdotes; señor presidente de esta agrupación, hermana mayor de la Hermandad Virgen de los Remedios; Señor Alcalde de este municipio y demás miembros del Ayuntamiento de Vélez-Málaga, Hermanos mayores de las cofradías y hermandades presentes, distinguidas autoridades civiles y militares; querido hermano, maestro Don Salvador Conde y hermanos que le acompañan en la capilla musical de hoy; hermanos todos, os saludo en nombre de Cristo Resucitado, deseando que esta Pascua sea de verdaderos frutos en nuestra fe.
En este tercer domingo de Pascua, seguimos celebrando la fiesta más grande de los cristianos: la Resurrección de nuestro Señor Jesucristo. A la vez, le damos gracias a Dios clausurando las celebraciones conmemorativas al septuagésimo quinto aniversario de la Agrupación de Cofradías de Semana Santa de nuestra Ciudad. Así, pues, deseo dirigir algunas palabras en consonancia con las citadas memorias que hoy nos ocupan:
En primer lugar, la Resurrección de Cristo es el acontecimiento que define el sentido, la esencia y el origen de nuestra fe cristiana. Como bautizados, en cada vigilia pascual la Iglesia nos invita a renovar las promesas cristianas con el fin de ir configurando nuestra vida a las exigencias del Evangelio en consonancia con la fe que profesamos. En este sentido, es preciso recordar que primero somos cristianos, luego sacerdotes; primero cristianos, luego religiosos; primero cristianos, luego catequistas; primero cristianos, luego cofrades. Con esto quiero recordarnos a todos el deber fundamental de vivir el misterio pascual durante estos cincuenta días de pascua que finalizan en el día de Pentecostés y para cuya fiesta os invito que nos preparemos.
Ahora bien, la Resurrección tiene un precedente, unos pasos previos; y la cuaresma nos prepara a dicho precedente cuyo punto álgido es la Semana Santa; semana en la que todos nos sentimos identificados con la pasión de Cristo y es inevitable no identificarse con algunos de estos pasajes bíblicos que son plasmados con arte y devoción en imágenes que luego dan sentido a una cofradía y al sentir cofrade de cada hermano miembro de dicha corporación de fe. Gracias a este fervor de fe, que nació con una clara devoción penitencial y el dolor de los pecados cometidos; el penitente sufría la semana Santa como expiación de sus culpas.
Es entonces donde nuestra vocación cofrade posee un anclaje fundamental configurando la vida del cofrade a tal punto que se siente por siempre unido a dicha vocación.
Queridos hermanos cristianos, y cristianos cofrades: no me he equivocado al llamar lo vuestro, vocación. Muchos lo llaman tradición, cultura, costumbre; no obstante, en mi corazón de hijo de la Iglesia y en mi sentir fraterno de hermano, creo que más que todo eso, es vocación. Porque no sois vosotros quienes elegís a la cofradía, es Cristo, es María quienes os eligen y os destinan a vivir esta fe en la resurrección mediante algún signo de la pasión de Cristo. Por tanto, si hablamos de vocación cofrade, entonces existe una configuración personal, un perfil idóneo y esencial dentro de esta vocación.
Es aquí donde pienso que, en nuestra ciudad, dentro de esta agrupación, dicho perfil cristiano cofrade debe cultivarse y cuidarse; ya que son muchos los peligros que corre la fe que vivimos por parte de la insensibilidad y lo vertiginoso que transcurre todo en el mundo. Con ocasión de esta efeméride, miro al futuro de esta agrupación con ojos de cariño y de ternura, pensando en todo el esfuerzo que muchos hombres y mujeres han forjado para que este proyecto se llevara a cabo y saliera cual trono monumental a transcurrir por las calles del tiempo y del espacio veleño.
En esta visión al futuro, no se contemplan modernismos que choquen con lo autóctono y singular que han configurado la Semana Santa Veleña; sí cabe, por cierto, una agrupación menos democrática y más sinodal, que camine más al compás de la Iglesia, su madre y siga menos el ritmo ruidoso del mundo contemporáneo. Este trono majestuoso llamado Agrupación de cofradías, debe caminar al son de la música de la sinodalidad y no moverse al son de los ruidos ideológicos del mundo actual. Porque la fe a la que se debe no es una ideología, es una experiencia de vida.
Ahora bien, volviendo al perfil del cristiano cofrade, me gustaría definirlo con las imágenes propias de las diferentes cofradías agrupadas:
El cristiano cofrade debe aspirar, sobre todo, la Resurrección; ése es el fin, el horizonte; y empezamos por la finalidad porque quien no sabe a dónde va, no comprende lo que tiene y se desorienta.
El cristiano cofrade no debe tenerle miedo a la cruz y ser vigía, en todo momento, de los enemigos de fe, que muchas veces procesionan con nosotros; no para rechazarlos sino para darles testimonio de que el lugar correcto es dentro de la fe y no fuera de ella. Por eso, teniendo como expectativa la Cruz, debe suponer que muchas veces, cuando es aplaudido por los suyos, éstos mismos pueden crucificarlo.
El cristiano cofrade mira en la entrada triunfal de Cristo a Jerusalén, un ejemplo de esto; porque ninguna tarea dentro de las cofradías está exenta de críticas por aquellos mismos que alguna vez las aplauden. El cristiano cofrade debe soportar sentencias injustas, ante las cuales debe presentarse frente a los demás despojado de sí y soportar con paciencia que muchas veces la incomprensión, la indiferencia y las injusticias, lo aten a una columna para azotarle y humillarle.
Pero hablando de azotes, hay ideologías que parecieran quisieran atarnos a esta columna de derechos sociales que ya se gozan dentro de la Iglesia desde hace mucho tiempo, pero que el mismo tentador se ha encargado de cegar la vista a no pocos cristianos bajo engaños surrealistas con falsas promesas de verdades.
El cristiano cofrade debe buscar la humildad de su Señor y no su propia gloria ni la de su cofradía, busca ser obediente pues un cristiano cofrade desobediente es un grave problema para la misma cofradía. Ya que la esencia de la virtud radica en la obediencia al propósito de la evangelización y la piedad popular, cuyos lineamientos nos lo ofrece la Iglesia, nuestra Madre.
El cristiano cofrade, debe ser una persona de oración, aún en los momentos más difíciles y amargos; como Cristo, cuya preparación a la pasión la condicionó en su oración en aquel huerto de los olivos. Un cristiano cofrade que no reza lleva a la sequedad su vida y la vida de su cofradía.
El cristiano cofrade debe vivir desprendido de sí mismo, desprenderse de sus expectativas, de su tiempo, ser pobre de espíritu ante Dios y ante sus hermanos cofrades; no hay nada más peligroso que un cofrade altivo, vanidoso y orgulloso.
El cristiano cofrade sólo debe aspirar una cosa: ser coronado de las espinas de sus propias limitaciones; aunque muchas veces quiera dar más de sí, el Señor le hace ver sus propias limitaciones y obstáculos y es aquí donde necesita de sus hermanos para soportar la amargura de sus propias flaquezas y errores.
El cristiano cofrade posee el gran poder de la persistencia, aunque caiga las veces que haga falta: ser discípulo de Cristo en un camino que implica caídas y levantadas. Un discípulo que nunca quiera superar a su maestro, sino que desee acompañarle, aunque sea cautivo de su soledad y de sus trabajos; un discípulo sobre todo rico en misericordia y compasión que solo busque seguir navegando en la nave de la Iglesia por encima del mar, que representa el mal vencido y la conversión de vida; y ahí, en la verdadera cruz del amor y la caridad, pronunciar el dulce nombre de su maestro, presentado como hombre verdadero.
Un discípulo, cristiano y cofrade en cuya piedad manifieste un reflejo del sufrimiento de Cristo, cuyas penas pueden ser consoladas y aliviadas por su maestro, aunque se tenga que morir a uno mismo, a sus propias ideas, a sus propias intenciones y permanecer yacentes en el sepulcro de la esperanza, ese lugar que muchas veces no queremos descender por miedo a los dolores y a sentirnos desamparados o desprotegidos. Pero que siempre nos reviste de Esperanza aún en medio de la Soledad.
El cristiano cofrade busca la paz que ofrece la gracia y el perdón divinos mediante la renuncia de su propia vida mientras la ofrece cada día pasando en sus manos las cuentas del rosario como muestra y devoción a María, el Rocío divino que nunca cesa, que nunca se ausenta, aunque esto a veces produzca un mayor dolor.
El cristiano cofrade muere a sí mismo, por sus hermanos, por la Iglesia, por su fe; y cuando esto pasa, tenemos un lugar seguro, el regazo de la virgen, angustiada por vernos sufrir y creedme, hermanos, aunque nos sintamos desfallecidos, desde el regazo de la Virgen no tenemos mejores vistas que su rostro afligido pero esperanzado.
El cristiano cofrade confía su vida al misterio del amor que Cristo le ofrece mediante el perdón de sus faltas, y luego le sigue a todas partes para ser testigos de la Resurrección como la Magdalena, la primera en verlo vivo; pues éste el premio, ésta la recompensa: ser testigos de la resurrección, donde las lágrimas tienen sentido salvífico y nuestra salud se convierte en redención y consuelo.
El cristiano cofrade mira siempre a la Virgen y a Ella se encomienda, Ella es la Estrella que nunca deja de brillar, es la Madre de la Iglesia que nunca nos abandona. Ella es la Virgen del Amor hermoso que nunca se apaga.
Queridos hermanos, esta vocación cofrade hay que cuidarla incluso de nosotros mismos; contad conmigo para cargar el peso de este trono del que les he hablado. Os invito a caminar juntos, a seguir en comunión y en hermandad; a seguir construyendo el legado de la fe que hemos recibido; no permitamos que las novedades foráneas se cuelen forzosamente en todo lo que se ha cultivado en estos más de 600 años de historia cofrade, respetemos lo que tenemos.
A vosotros hermanos mayores: seguid el trabajo encomendado por la Iglesia, cuidando de vuestros hermanos y cuidando el legado y la esencia de vuestras cofradías; no tengáis miedo a las voces altivas que se levantan sobre el resto de los hermanos; respetad y haced respetar a vuestras imágenes titulares, inclusive de aquellos lugares donde lo indecoroso se hace calle y la indignidad se cuela en vuestras filas. Dad la vida por vuestra cofradía en la Iglesia y para la Iglesia y encontraréis la verdadera vida; vuestras parroquias os han confiado esta misión, ahora, confiad en vuestras parroquias y seguid la voz del pastor, que no hay lugar más seguro que éste.
Queridos hermanos, sigamos siendo cristianos, sigamos siendo discípulos y sigamos haciendo de la Semana Santa Veleña, la más cristiana y santa semana en nuestras vidas. Que la Virgen de los Remedios nos acompañe y nos siga animando en nuestro camino de fe.
Rvdo Fernando José Azuaje Navarro
Consiliario Agrupación de Cofradías de Semana Santa de Vélez-Málaga